viernes, 30 de julio de 2010

¿Tiene usted enemigos? ¡Nosotros se los matamos!

No se lo cuenten a nadie, pero me estoy animando a colocar un anuncio en las páginas amarillas que diga más o menos: ¿Tiene usted enemigos? ¡Nosotros se los matamos! Impunidad garantizada. Claro que para esto de la impunidad deberé hablar antes con mi abogado, que tienen buenos conectes. Me han dicho que ése es buen negocio.


Esto no lo he pensado de repente, les cuento. Hace algún tiempo me compré un arma; es tan fácil... Y sí sentí que eso me cambió la vida. Yo me cuidaba de llevarla bien visible en mi cincho, con la clara intención de transmitir un mensaje que, más o menos, decía: ojo, no se me cruce usted en el camino, ya ve que yo sí mato. Observé que desde entonces empezaron a tratarme con más respeto en las camionetas, en los bancos, en las calles. El arma me reportaba ventajas cuando había aglomeraciones, colas, etc: me dejaban pasar. Además, como todos los vecinos sabían de mi arma, podíamos dormir tranquilos en la casa. Así les decía yo a los patojos: no tengan miedo, aquí nunca van a entrar los ladrones.

Y, qué coincidencia, algo parecido le sucedía a un cuate de mi pueblo, que tenía un hijo en la PNC. Él se dio cuenta de que, a causa de su hijo, la gente le tenía más respeto. Eso le había motivado a practicar algunas mañas que nunca antes hubiera imaginado, como desplazar los mojones de los terrenos colindantes, molestar a las mujeres, y cosas así. Tener un hijo policía le favorecía porque los vecinos empezaron a tenerle miedo. Entre más atrevidas eran sus mañas y marufias, más le respetaban los paisanos del lugar, pues sin duda pensaban que, si cometía esos delitos con tanta determinación, era porque su hijo no vacilaría en matar a quien se le opusiera. Él también se sentía ahora más seguro en la casa, según me contó.

Por eso estoy pensando organizar un negocio que, básicamente, consistiría en fabricar una línea de productos que van del miedo al pánico, para garantizar la tranquilidad de mis clientes. Para ello necesitaré gente disciplinada y adiestrada. Ésta es muy fácil de encontrar en los aparatos de seguridad del Estado. Ellos a eso se dedican, a producir lo que llaman máquinas de matar. También necesitaré armas de varios calibres, granadas, etc, que se consiguen en las bodegas del ejército, como es bien sabido. Todo lo puede el pisto.

Otra cosa imprescindible son los conectes en los tres poderes del Estado. Ustedes ya saben, el trabajo de la seguridad de los clientes requiere esfuerzos multidisciplinarios bien coordinados. Tengo socios que me conectarán en el organismo judicial y en el ministerio público. Ellos ya colocaron en esas instancias a jueces y fiscales colaboradores. En el congreso ya estoy bien instalado, tengo contactos poderosos, especialmente en los jefes de algunas bancadas; gruesos cheques personales más la asignación de recursos para proyectos proselitistas producirán excelentes resultados. Y algo parecido con el ejecutivo. A todo esto siempre se puede añadir el miedo en sus muchas variantes: amenazas, chantajes, etc. Al fin y al cabo, el miedo será nuestro producto más original.

Esto me recuerda que la gente no sólo tiene miedo a la muerte. También está el miedo al desprestigio, el cual puede causar la muerte social o la muerte política. Los medios de masas son aquí imprescindibles: el rechazo público puede hacer fracasar a esos impertinentes líderes sociales, o abortar carreras políticas indeseables.

Produciremos inseguridad, indefensión, miedo, horror, terror y pánico a la carta, según los intereses de nuestros clientes. A ellos nos debemos, ellos pagan. Nosotros sabemos que el miedo les deja a ellos el campo libre para sacar adelante sus proyectos: la gente se encerrará en su silencio cuando esté trabajando o en el súper, o cuando acuda y regrese de él; y cuando esté en casa, se encerrarán a solas con su televisor: allí les diremos qué tan enorme es el miedo que deben tener. Para ello provocaremos acontecimientos que generen miedo, por ejemplo, crímenes en transportes públicos, aunque sea lanzando granadas en medio de los pasajeros.

Ofreceremos nuestros servicios a los grandes consorcios empresariales para garantizar tranquilidad a la inversión extranjera. Por eso aplicaremos en las regiones donde existen minas, hidroeléctricas u otros megaproyectos una estrategia diferente a la de las ciudades. Mientras en éstas los delincuentes tendrán garantizada su impunidad, en aquellos parajes criminalizaremos a los descontentos, los perseguiremos, acosaremos, calumniaremos y asesinaremos. Con esto produciremos en las ciudades y en el campo el mismo producto, nuestro producto estratégico: el miedo permanente.

No me lo están preguntando, pero necesito explicarles que, inevitablemente, tendremos que programar cada día más muertes en la ciudadanía. Ahora Guatemala anda por los 23 muertos/día. No hay para dónde: si es necesario subiremos la tasa. Pero que quede claro que ésa no será nuestra intención. Nuestra línea de productos sólo tendrá que ver con el miedo.


Fernando Suazo

25 de julio, 2010

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