miércoles, 16 de junio de 2010

Carta del cooperante: las lluvias y un volcán cambian la cara de Guatemala


Primero cayó la lava, rocas y arena. Después vino la lluvia. Los guatemaltecos apenas tuvieron tiempo para recuperarse de la erupción del volcán Pacaya la noche del 27 de mayo, cuando horas más tarde la tormenta tropical Ágata azotó de nuevo el país. [galería de fotos]

Ríos desbordados, puentes colapsados, carreteras cortadas por deslizamientos de tierra, cultivos inundados, viviendas destrozadas, casi 200 personas muertas y decenas de miles de desplazados y evacuados. La tormenta tropical dejó huella en 21 de los 22 departamentos del país.

Cuando hizo erupción el volcán y comenzó la tormenta, me encontraba con el equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Ciudad de Guatemala trabajando en el proyecto de atención a víctimas de violencia sexual. En cuanto empezaron a escucharse las primeras informaciones sobre la magnitud de la tormenta y sus efectos, Patricia Parra, jefa de misión de MSF en Guatemala, se puso rápidamente manos a la obra. La prioridad en aquellos momentos iniciales era contactar al gobierno y evaluar las necesidades médicas y humanitarias. Y, como ocurre en otros desastres naturales, aquí en Guatemala también fue sumamente difícil obtener información precisa y llegar a las zonas afectadas durante los primeros días.


Tras la erupción del volcán, el aeropuerto internacional de la capital se mantuvo cerrado por cinco días. Deslizamientos de tierra y puentes colapsados cortaron carreteras y aislaron a varias comunidades. El gobierno declaró el estado de emergencia y evacuó a gente afectada, convirtiendo escuelas y salones municipales en albergues. El martes 1 de junio, cuatro compañeros más llegaron a Ciudad de Guatemala por tierra desde El Salvador, donde se unieron a nuestro equipo ya presente en la capital.


Durante los tres días siguientes, personal médico, logistas y psicólogos nos dividimos en tres equipos y recorrimos las zonas más afectadas en coche y helicóptero. Visitamos albergues y hablamos con las autoridades de salud locales, pero
la extensión de la tormenta fue tan grande, que tardamos varios días en evaluar la situación y las necesidades médicas.



Yo viajé con uno de los equipos en helicóptero. El primer día nos desplazamos por el este del país, casi en la frontera con México, y fue entonces cuando conocí a Micaela Cuin. “Nunca me había pasado así”, me decia entre sollozos. Micaela es una de los cientos de personas que estaban albergadas en el salón municipal, uno de los cinco albergues del municipio de Patulul, al oeste de Ciudad de Guatemala.

La mayoría de los damnificados que se alojaron temporalmente en este albergue vienen del pueblo vecino el Triunfo, inundado por el río. “Estaba yo ayudando a una persona a sacar sus cosas del agua, cuando de repente vi que lo arrastraba el río. Y ahí me dijeron, ‘¡Micaela, Micaela, vaya a ver usted también su casa!’, corrí y vi que el agua estaba en mi casa, saqué lo que pude. Todo lo demás, el ropero, los trastos... todo se quedó enterrado en el lodo”.

MSF está trabajando estrechamente con el Ministerio de Salud y la Coordinadora Nacional para Reducción de Desastres (CONRED), intercambiando información acerca de las áreas afectadas. Uno de los departamentos más castigados ha sido Izabal, al este del país, fronterizo con Honduras y la costa Atlántica. Ahí, el río más largo del país, el Motagua, normalmente tiene un cauce de tres metros de profundidad pero con la tormenta creció hasta 12 metros de alto y 600 metros de ancho, inundando grandes extensiones de cultivos y viviendas.

Visitamos esta zona en el segundo día de nuestro recorrido por helicoptero. Aura Inés vivía en una de las fincas bananeras de la zona que han sido inundadas en Izabal y había pasado los últimos cinco días en una escuela en el municipio de Los Amates. “Los administradores de la finca nos avisaron para que sacáramos a los niños y saliéramos de allí, porque el río se iba a meter,” me explicaba Aura. “Las casas se llenaron de agua”. “Perdimos todo, camas, muebles, trastes… No podemos regresar a casa porque hay mucho lodo y mosquitos. Aquí tenemos comida y hospedaje, nos están dando ropa… No sé cuando podremos regresar”.

Tras hacer la evaluación, seis trabajadores de MSF se han instalado en Izabal donde están empezando a distribuir kits de higiene (con cepillos de dientes, jabón, compresas…), y donde están brindando atención médica y apoyo psicológico a las personas afectadas por las inundaciones.

En algunas zonas continúa lloviendo y la gente tiene miedo de volver a sus casas o todavía no puede hacerlo porque siguen inundadas. Ésta ha sido la primera tormenta tropical de la temporada de lluvia y ciclones, y espero realmente que sea la última. En cualquier caso, estamos preparados para lo que pueda venir.

MSF trabaja en Guatemala desde 1986 y actualmente ofrece servicios de atención médica y psicológica a víctimas de violencia sexual en el hospital nacional y clínicas situadas en las zonas más violentas de la capital.

OLIVIA BLANCHARD, politóloga zaragozana y responsable de incidencia política de MSF en Guatemala.

La razón.es .- ENLACE

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